Juan Durán Jiménez


PASEANDO POR EL MAR

Mi barca deja una estela
al pasear por el mar,
mil pececillos la siguen
para saber donde va.

Y sin rumbo yo la dejo
porque me quiero enterar
de los caprichos constantes
que demuestra al navegar,
hace piruetas y curvas
en lo salado del mar
los peces la van siguiendo
llenos de felicidad.

Un delfín que se zambulle
otro que chillando está,
yo no puedo comprenderlos
y esto me pone fatal.

Pero mi barca conoce
el lenguaje de éste mar,
por los gritos del delfín
ella se deja llevar.

Al fin arriba a una isla
que siempre solita está,
una sirena me espera
para venirme a besar.

¡Ay! Dios de los altos cielos
que enhorabuena me das,
me aprovechare de ella
por si no la viese más.




LUNA CRUEL

Luna que vienes de oriente
y sobre el mar tú derramas
un arco iris banado
bajo tu luz plateada.

Qué bonito es ver tu cara
cuando en la noche te asomas
llena de luz y bonanza,
con tus dientes nacarados
y tu sonrisa de plasma.
Las estrellas palidecen
y se quedan desfasadas
remerosas de tus rayos
buscan refugio las hadas.

Desde la tierra te miran
mil ojos de enamorados
mil doncellas que suspiran
con los ojillos cerrados,
son fervientes soñadoras
de las promesas que han dado.

Y tú, luna de nostalgia,
sigues tu camino igual
sin importarte quien duerme
o, se pueda desvelar.




ARMILLA POR HAITÍ

Sueño, lágrimas, movimiento.
sangre, luna y enterramiento,
van cubriendo el horizonte
los gritos, a campo abierto.

Haití lleva su angustia
al umbral del sufrimiento,
donde la hiel y el vinagre
mezclan el olor a muerto.

Temeroso el can y el viento
huyen al monte cercano,
mientras se mueve la tierra
en compás desesperado.

Y la luna por el cielo
pensando en la madrugada,
ajena de la hecatombe
derrama su luz de plata.

El alba se fue llorando
al oscuro acantilado,
donde dormitan dos niños
de cabellos ondulados.

España envía lebreles
que inculcan en la ensenada,
y los vivos van surgiendo
por el olfato que emanan.

Haití con su pobreza
se hunde en el terremoto,
mientras el viento y la lluvia,
hurtan sus tristes despojos.




MANANTIAL

Recuerdo los años de mi niñez
con cierta melancolía,
mi afición era aprender
algo que yo pretendía
del manantial del saber.
En la escuela de mi pueblo
al profesor dedicaba
un aluvión de atención
a todo lo que explicaba.
Con mi constancia y afecto
yo quería conseguir
dominar las cuatro reglas
en tiempo verosímil.
Mas esto no pudo ser,
a pesar de mis empeños,
tuve que dejar la escuela
sin aprender lo propuesto.
El campo me reclamaba
ayuda al hogar paterno,
y la obra principiada
se vino al suelo con esto.
Mas yo no me amedrenté
por tanta contrariedad,
al profesor pedí un libro
para en el campo estudiar,
y en la escuela de la vida
aprendería lo demás.

Pero las cosas cambiaron.
Hoy ya no os pasa igual.
¡Qué suerte! ¡Suerte de juventud!...
¡Quien! hubiese podido gozar!...
Por eso, con satisfacción os digo:
aprended con humildad,
la constancia siempre paga.
¡El orgullo es vanidad!...

  


SOÑANDO

Yo quisiera regalarte
un sueño de mil colores,
al beso de la mañana
cuando despiertan las flores.

Y un mundo de candidez
vuela a tus alrededores,
mil pajarillos te ofrecen
sus trinos plenos de amores.

Y yo en mi sueño sospecho
que tus besos mejores
se los das a tu almohada,
sabiendo de mis ardores.

Si de la luna yo fuera
un rayito de su plata,
a través de las rendijas,
entraría por tu ventana
y besaría tus labios
y acariciaría tu cara
y subiría hasta el cielo
que cubre toda tu cama.

Y allá en la nube celeste
que adorna tu madrugada,
 le robaría la luz
a los luceros y al alba.

Y después que nuestras vidas,
con dos suspiros, se vayan
al cielo de los placeres
a donde gozan las hadas.